9 de mayo de 2023
Una conferencia discreta que ofreció algunos logros importantes y otras decepciones preocupantes.
Al igual que sus predecesoras, la COP27 concluyó con unos resultados desiguales. Como los detractores de la conferencia llevan mucho tiempo lamentando, si las COP fueran realmente eficaces, no habríamos necesitado celebrar 27 reuniones. No obstante, hay algunos avances reales que celebrar. Un fondo histórico de "pérdidas y daños" es una buena noticia para los numerosos países vulnerables que se han visto afectados de manera desproporcionada por el cambio climático. Sin embargo, compensar los daños no es lo mismo que prevenirlos y la constante reticencia de las principales naciones a prohibir o incluso reducir los proyectos de combustibles fósiles sugiere que en el futuro no escasearán nuevos daños.
Por muy bienvenidos que sean los debates públicos sobre el cambio climático como la COP, las palabras por sí solas no bastan. Hasta que los líderes no empiecen a convertir sus promesas en políticas viables, cada conferencia se verá empañada por la sensación de que se podría haber hecho más. Una de las grandes frustraciones es que existen soluciones tangibles. Están totalmente diseñadas y a la espera de que los líderes con visión de futuro las pongan en práctica. Los responsables de la toma de decisiones en las ciudades y las empresas que se toman en serio la demostración de sus credenciales de sostenibilidad tienen la obligación, y también la oportunidad, de hacer que esto cambie.
Una de esas soluciones tangibles es la conversión a iluminación eficiente. También es uno de los medios más sencillos y menos tenidos en cuenta para avanzar rápidamente hacia los objetivos climáticos. Por ejemplo, si una ciudad industrial de tamaño medio cambiara su millón puntos de luz convencionales aproximadamente a LED, las emisiones de carbono se podrían reducir en más de 18.000 toneladas de CO2 al año, lo que equivale a la cantidad de CO2 que se ahorraría si se retiraran de la circulación 7.000 coches que funcionan con combustibles fósiles.
El nuevo fondo de "pérdidas y daños" es, con diferencia, el avance más importante de la conferencia de este año. Garantiza que los países en desarrollo que más han sufrido las consecuencias del cambio climático, a pesar de haber contribuido en menor medida al mismo, recibirán ayuda de muchos de los mayores emisores del mundo.
Al principio de la COP27 había escepticismo sobre la posibilidad de que las potencias aceptaran este proyecto de ley. Se esperaba que Estados Unidos se opusiera a cualquier medida que le pudiera hacer financieramente responsable de sus enormes cantidades de emisiones, pero después de que la UE se mostrara favorable al apoyo de la medida, Estados Unidos siguió su ejemplo, una victoria que no se debe pasar por alto.
Sin embargo, conviene matizar cualquier tendencia a la celebración señalando que aún queda la cuestión crucial de decidir exactamente quién pagará qué y a quién, una tarea reservada para futuras conferencias. Las economías fuertes, pero en transición, como China y la India, pueden ser reacias a aceptar que deben tanto como las superpotencias más consolidadas, como Estados Unidos. Además, aunque estas medidas tendrán un enorme impacto positivo a la hora de hacer frente a los efectos del cambio climático, no hacen nada para detener sus causas.
Paralelamente, otro triunfo menos conocido que se puede señalar es el compromiso de aportar los billones de dólares necesarios para reducir drásticamente las emisiones y ayudar a las sociedades a adaptarse a los efectos cada vez más graves de los trastornos climáticos. Las reformas propuestas en los bancos multilaterales de desarrollo (BMD) y en instituciones financieras internacionales como el FMI y el Banco Mundial permitirían invertir más en iniciativas ecológicas y energías renovables, en lugar de destinar más fondos a proyectos perjudiciales relacionados con los combustibles fósiles.
En general, el ambiente de la COP27 no era muy bueno. El triunfalismo que tiñó algunos aspectos de la COP26 hacía tiempo que se había desvanecido bajo el resplandor de la crisis energética de 2022. Los precios de la energía se dispararon, los ciudadanos sintieron la presión y los dirigentes de todo el mundo que habían predicado con orgullo la necesidad de soluciones sostenibles en tiempos más sencillos, se apresuraron a retractarse de sus promesas.
También la COP27 se retractó de las promesas hechas en Glasgow un año antes. La nueva redacción añadida al acuerdo final de esa conferencia pide que se acelere el desarrollo de sistemas energéticos de "bajas emisiones". Los expertos advierten de que este lenguaje diluido esconde la intención de dejar la puerta abierta a un mayor desarrollo del gas natural.
En la COP26 se alcanzaron acuerdos sobre la reducción progresiva del carbón, pero en la COP27 no se ha avanzado más. La quema de combustibles fósiles sigue siendo la principal amenaza a nuestro planeta y los líderes parecen reacios a aliviar esta presión. Como señaló Dave Reay, director de políticas de ClimateXChange y director ejecutivo del Instituto del Cambio Climático de Edimburgo, "la COP27 parece haber sido más un caso de intento de evitar retrocesos en lo acordado en la COP26 de Glasgow hace un año, en lugar de conseguir nuevos y más firmes objetivos y medidas en la reducción de emisiones".
Los resultados de la inacción son evidentes. Pueden verse en todas partes, desde Bangladesh y Pakistán hasta Australia y California. Entonces, ¿qué podemos hacer en el momento presente para cambiar las cosas?
¿Y a mayor escala? Una adopción mundial del LED podría reducir el consumo de energía en un 5% de aquí a 2030, aunque el número total de puntos de luz siga aumentando.
Confiar en una conferencia anual sobre el clima no basta para evitar la catástrofe. Es necesario que todos los que tienen poder para cambiar las cosas actúen ya. La tecnología LED conectada ya está aquí y está disponible: está probada, es rentable y relativamente fácil de implantar. Los edificios y las ciudades simplemente no pueden alcanzar los objetivos de energía neta cero o neutra sin ella.
Las barreras para cambiar a iluminación eficiente son bajas, especialmente con la financiación disponible de programas como el Green Deal de la UE y el IIJA en EE.UU. Es hora de acelerar el ritmo.
Director de comunicación
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