21 de abril de 2023
El enfoque hacia las soluciones eficientes energéticamente que nos puede ayudar a reducir la dependencia de los combustibles fósiles y hacer frente a la crisis climática.
En este momento en el que urge llevar a cabo medidas climáticas, las conclusiones de la COP27 en Sharm el-Sheik no parecen haber satisfecho a nadie. Su legado es un plan de aplicación muy elaborado que combina indicios de progreso esperanzadores con algunos desfases igualmente decepcionantes. En cuanto a los avances, un fondo para pérdidas y daños brinda cierta esperanza a las naciones más vulnerables a la crisis climática. Sin embargo, no se ha visto mucho impulso en cuestiones críticas como la dependencia mundial de los combustibles fósiles o la necesidad de acelerar la adopción de soluciones eficientes para reducir las emisiones globales.
Aunque a los estados miembros de la ONU les gusta reunirse con espíritu de debate, su dedicación hacia un objetivo común se suele quedar corta ante cualquier compromiso que puedan interferir con las decisiones que se toman a nivel nacional. Es por eso que se hace patente la necesidad de llevar a cabo acciones decisivas desde el ámbito nacional y regional. Han tenido que pasar siete años desde el Acuerdo de París para que hablemos seriamente de aplicación de medidas climáticas. Un aspecto que pone de manifiesto el ritmo frustrante de la acción multilateral de los estados, que contrasta fuertemente con la urgencia de la tarea que tenemos por delante. En el fondo de esta reticencia, la diferencia entre los objetivos y las medidas que se están llevando a cabo se debe a una percepción generalizada de que la descarbonización supone un coste, en lugar de una oportunidad.
El devastador impacto ecológico y humano de la inacción climática es bien conocido. Pero nuestra dependencia de los combustibles fósiles también es costosa. Estas fuentes de energía tradicionales ya no son baratas, ni siquiera teniendo en cuenta las asombrosas subvenciones de las que disfruta la industria. En 2021, el Fondo Monetario Internacional estimó que la producción y quema de carbón, petróleo y gas a nivel mundial estuvo subvencionada con 5,9 billones de dólares en 2020, el 6,8 % del PIB, y se espera que esa cifra aumente. Dicho de otro modo, solo en 2020 habríamos subvencionado los combustibles fósiles con más de 700 dólares per cápita. Según el FMI, una tarificación eficiente de los combustibles fósiles en 2025 reduciría las emisiones mundiales de dióxido de carbono un 36 % por debajo de los niveles de referencia para 2025, en línea con el objetivo de mantener el calentamiento global en 1,5 grados.1
A pesar de esta enorme carga financiera y ecológica, nuestra sociedad mantiene un inexplicable apego a tecnologías obsoletas que obstaculizan nuestro desarrollo y que contaminan el planeta. Con la innovación y el gran abanico de posibilidades que nos rodea, deberíamos ser capaces de adoptar tecnologías que resuelvan diversos problemas. Soluciones que en todos los casos son más atractivas y rentables, ya que son más económicas, mejores para el medio ambiente y proporcionan un mejor nivel de vida para los ciudadanos en general.
Cuando se acordó el Protocolo de Montreal a finales de la década de 1980, no éramos conscientes de que se consideraría un preámbulo del acontecimiento principal. Con un espíritu de compromiso y cooperación sin precedentes, este acuerdo multilateral ha conseguido encaminarnos hacia la recuperación de la capa de ozono a mediados de este siglo. La innovación en el sector privado contó de inmediato con el respaldo empresas que crearon y adoptaron nuevas tecnologías respetuosas con la capa de ozono. Con la motivación adecuada, no faltan innovaciones en el sector público y privado que nos puedan hacer avanzar hacia resultados no solo más baratos, sino mejores en todos los sentidos.
Harry Verhaar
Head of Global Public and Governmental Affairs en Signify
En Signify, el 85 % de nuestras ventas actuales son de tecnología LED. Pero a pesar de estas ventajas tan evidentes, el 35 % de las luminarias instaladas en todo el mundo siguen utilizando tecnologías obsoletas. En EE.UU. y Europa, esto supone hasta el 50 % de todos los puntos de luz. Simplemente cambiando todas las luces de Europa a LED inteligente, podríamos liberar electricidad suficiente para cargar 55 millones de vehículos eléctricos o alimentar 47 millones de bombas de calor, reduciendo nuestra dependencia de los combustibles fósiles. En muchos de los casos, hacer este cambio es tan fácil como cambiar una bombilla.
Si esto es posible solo teniendo en cuenta la iluminación, es mucho lo que se puede hacer desde otros sectores. Aumentar la tasa de renovación de nuestras infraestructuras al 3 % anual crea oportunidades vitales para adoptar tecnologías energéticamente eficientes en nuestro entorno construido. Más allá de la iluminación, se abren oportunidades para mejorar la eficiencia de la climatización e introducir sistemas de gestión en los edificios para contribuir a que nuestras ciudades hagan más con menos recursos. Si duplicamos nuestros esfuerzos en eficiencia energética, todo lo que hagamos para acelerar las energías renovables contará el doble. Descarbonizaremos la economía el doble de rápido y el doble de barato.
Todo este trabajo se puede hacer desde ya. Aunque la normativa sigue su habitual ritmo lento, todos conocemos la tendencia y lo que hay que hacer. Los ámbitos de aplicación son regionales, para llevar a cabo en las ciudades y en las empresas. Así pues, corresponde a estas unidades más pequeñas y ágiles adelantarse a las decisiones multilaterales y actuar ahora, por el bienestar de nuestro planeta, pero también de nuestros resultados, nuestras industrias y de las personas que dependen de ellas. Como empresas, podemos elegir cómo descarbonizar nuestras operaciones y preparar para el futuro los productos y servicios que ofrecemos a nuestros clientes. En las ciudades, podemos orientar las inversiones hacia un desarrollo sostenible que genere oportunidades, puestos de trabajo y mejores condiciones de vida. El trabajo de Bertrand Piccard y la Guía de Soluciones para Ciudades de la Fundación Solar Impulse revela la gran variedad de soluciones que ya existen, cada una con el potencial de convertir las ciudades en espacios limpios y eficientes que funcionen para sus ciudadanos.
Es este cambio de enfoque, “del coste al beneficio” o “del problema a la solución”, el que definirá el éxito con el que acabemos con el desajuste en la aplicación y gestionemos la emergencia climática. El éxito en la aplicación de soluciones depende de nuestra curiosidad y nuestro compromiso con el progreso. Cuanto más rápido hagamos este trabajo, más fácil nos resultará mantener viva la esperanza de un escenario de 1,5 °C y un planeta habitable para las generaciones futuras.
Conoce más información sobre cómo el cambio al LED inteligente nos puede beneficiar a todos aquí.
1 Vernon, N., Black, S., & Parry, I. (2021). Still not getting energy prices right: A global and country update of fossil fuel subsidies. IMF Working Papers, 2021(236). https://www.imf.org/en/Publications/WP/Issues/2021/09/23/Still-Not-Getting-Energy-Prices-Right-A-Global-and-Country-Update-of-Fossil-Fuel-Subsidies-466004
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